Ruffo Caselli
Sus figuras, ya desde los años '50, son robots: Híbridos hombre-máquina que se mueven en un espacio cibernético, en un universo tecnológico en continua evolución; los sensores, los microchips y los códigos de barras pintados -y a veces cosidos- sobre las telas, son el sello distintivo de su manifiesto estético.
Un pensador solitario y un poeta que estudia los desconcertantes cambios de la sociedad y de las conquistas tecnológicas. Pintando durante medio siglo un mundo invadido por microchips y la consiguiente mutación de la humanidad, ha asumido un rol y una posición realmente particular dentro del existencialismo y en el contexto de la historia del arte.
En el blog Existencialismo cibernético se puede leer el siguiente comentario :
-"Ruffo Caselli está tan adelantado a su tiempo que su obra me deja sin aliento. Su creatividad combina el talento del verdadero maestro con la imaginación del auténtico visionario. Tal combinación, obviamente, es muy rara. (Lind N., escritora, Nueva York)
Biografia
Parecería el ilusorio retrato de un joven pintor proyectado hacia una carrera prometedora. Pero el caso es que nuestro personaje tenía sobre sus espaldas una larga como coherente actividad que hunde sus raíces profundamente en el siglo precedente. En efecto Ruffo nace en Florencia el 12 de Julio de 1932 y transcurre su infancia con sus abuelos maternos en la calle Palazzo dei Diavoli, que fuera durante un tiempo residencia de la familia Da Vinci. Esta coincidencia terminará con los años representando un elemento simbólico, un lazo con el gran genio renacentista, que conjugaba en sí pintura y tecnología, o sea las dos áreas que la futura obra de Caselli tendrá constantemente unidas en el curso de su actividad artística.
Al regreso de su padre de la Guerra de África se lleva acabo el desprendimiento de aquello que el propio Caselli define como el período más hermoso de sus vida. Desprendimiento de Florencia y mudanza a Milán.
Siguen años de difícil relación con su padre entrelazados con las primeras experiencias escolásticas. En la escuela, de hecho, el futuro pintor revela una clara inclinación por el dibujo, pero el padre, ignorando los consejos de los docentes que indican en el niño una evidente predisposición hacia los estudios artísticos, lo conduce en una dirección completamente opuesta.
Después de realizar estudios técnicos, contando apenas con 17 años, trabaja en Egipto participando en una expedición arqueológica como dibujante de los restos encontrados. Impresionado por la fascinación de aquella antigua civilización, quedarán en su memoria imágenes que en sus obras futuras reaparecerán en las figuras esfumadas e hieráticas que el artista definirá como "clones". A su regreso a Italia se casará con Regina Baratelli.
Con el paso del tiempo sobrevendrán dificultades y problemas familiares que se agravarán con la enfermedad de su esposa.
Caselli entra en contacto con el ambiente artístico milanés : Muy importantes resultan sus lazos de amistad, que aparecían ya desde los años '50 , con Lucio Fontana que había sido y será el punto de referencia de varios movimientos artísticos de Italia. La gran inventiva y audacia innovadora, conjugada con una incansable búsqueda formal no figurativa, influenció más a Caselli en su formación artística general que desde el punto de vista formal, en cuanto el pintor florentino se coloca en el límite entre lo figurativo y lo abstracto. Dicho de otro modo : Si Caselli, por un lado, adopta la tesis fontaniana de la autonomía absoluta e insustituible del lenguaje pictórico, por el otro persigue una búsqueda original de temas y formas expresivas personales. De este período conserva religiosamente algunos dibujos y una tela pintada y "tajeada" de Lucio Fontana que ha superpuesto a una tela suya al óleo, en signo de simbólica fusión artística.
Con una cierta precocidad la obra de Caselli expresa una intuición que resultará profética : Un mundo poblado de microprocesadores que controlan cada aspecto de la vida humana, sustituyendo a la vida real la visión de una humanidad mutante insertada en una creciente apariencia de eterno presente y mostrando una libertad de expresión alimentada por una aguda percepción de la vida contemporánea.
Los microprocesadores se convierten en los héroes de sus telas, héroes que podrían incluso pertenecer a una futura civilización superior. No por nada, hace más de 50 años atrás, en la inauguración de una muestra de las obras de Caselli, en Milán, el estudioso y crítico de arte G.C. Argan llegó a escribir : "Ruffo es el primero de una nueva civilización". Desde entonces, en el transcurso de una vida completamente dedicada a la pintura, Caselli se puede ufanar de cien exposiciones, entre colectivas y personales, virtuales y retrospectivas, en Italia y en el exterior, tanto en los Estados Unidos como en Corea, Dubai y la Argentina.
Durante el curso de una entrevista en el Huffington Post, el pintor contó cómo nació el término Existencialismo Cibernético. Durante una muestra de obras titulada "Los chips somos nosotros" en la galería Spazio Italia en el Soho, en Nueva York, la curadora Carmen Gallo, conversando con el famoso galerista Leo Castelli le dijo :-"Ruffo es un existencialista y un cibernético." A lo que Leo Castelli sugirió :-"Entonces, Existencialismo Cibernético". Y agregó que el centro del arte de Caselli consiste en una observación existencial de la naturaleza humana en relación al desarrollo tecnológico actual y a las cuestiones éticas que tenemos enfrente. -"Hace decenas de años - afirma el pintor florentino - en los años 70 y 80, pintaba a los hombres como robots. Ahora mis robots son exactamente como los hombres".
Desde hace tiempo, el salón literario "Centro para el Estudio Multidisciplinario del Existencialismo Cibernético", fundado por Carmen Gallo en Manhattan, organiza encuentros y conferencias cuyo hilo conductor nace a menudo de la observación de las obras de Caselli.
Desde hace algunos años Ruffo vive en Ovada, pequeña ciudad en la provincia de Alessandria, llevando una vida dedicada a la pintura, en la más absoluta sencillez y sobriedad, dejando de lado los más elementales artefactos de uso cotidiano : electrodomésticos, auto, computadora, celular. Observando las numerosas telas creadas por él, es posible observar las constantes de su búsqueda y además algunos aspectos evolutivos. Generalmente en sus telas a dado vida a esbeltas figuras elegantes que, como sombras lunares, van y vienen y luego reaparecen con colores diferentes.
Personajes misteriosos y poéticos, a veces irónicos. Emergen aquí y allá fragmentos de vida cotidiana, formas que parece observar y evaluar aquello que los circunda burlándose de las convenciones y tratando de rastrear el aspecto divertido dentro de las cosas más serias de la realidad.
A veces se ven figuras femeninas que recuerdan los coros de las tragedias griegas que anuncian eventos decisivos.
Observándolos, uno termina por verse a sí mismo y los recuerdos del pasado, los dolores de una vida dura y complicada con su cuota de dramas familiares. El arte de Ruffo intenta transmitir su rebeldía interior, transfigurando la amargura y la soledad, donde lo antiguo y lo nuevo van de la mano. Es la búsqueda de un sueño imposible, la posesión por parte del hombre de una red de comunicación más abierta, que explota el inmenso potencial liberador de la tecnología.
En su vida apartada, como exiliado en la vida somnolienta de provincia, el pintor no se aísla de los acontecimientos y, sobre todo, de los acontecimientos de resonancia mundial. En 2006, el artista donó tres grandes lienzos al Museo de la Policía de Nueva York y luego los adquirió el prestigioso National Arts Club de Manhattan. Las obras retratan el derrumbe de las torres gemelas en medio del humo y el fuego, entre las miradas aterrorizadas y asombradas de los ciudadanos: en primera línea los policías asisten a los heridos bajo una explosión de microchips que se derrama sobre toda la ciudad. “Desde Petrosino en adelante, la policía de Nueva York ha escrito capítulos gloriosos en la historia de la emigración italiana: y el último es el del 11 de septiembre”, declara Ruffo.
Durante cincuenta años, Caselli, el hombre de los microprocesadores, perseveró con celo para señalarnos, con trágica efectividad expresiva, el malestar de la civilización tecnológica, sin abandonar jamás un humor sutil, que hace muy placenteras sus obras. Luego, en los últimos años, los temas, el estilo, la composición pictórica han comenzado a cambiar. Rostros que ya no son anónimos y seriales, cuerpos sexuados, pasiones, emociones, entornos, una vuelta a lo humano tras el largo exilio de la alienación cibernética, parecen emerger en el lienzo, desde un fondo indistinto que se va aclarando paulatinamente, o tal vez como una respuesta a esa alienación. El largo, doloroso, extraordinario viaje pictórico, las resonancias existenciales inherentes a él, inauguran una dialéctica inesperada en una edad avanzada, preñada de mayor potencial estético.
Mutaciones, aperturas que, sin embargo, no modifican sustancialmente la naturaleza profunda de la temática que el pintor ha colocado en el centro de su experiencia artística. Al final, Ruffo Caselli se mantiene fiel, aunque con las inevitables actualizaciones, a una concepción existencialista, que reflexiona sobre la soledad del individuo "arrojado al mundo '', siempre en la frontera entre la realidad alienada y la redención global, entre la incomunicabilidad y la participación humana, entre las miserias del presente y la potencialidad del futuro.
Al regreso de su padre de la Guerra de África se lleva acabo el desprendimiento de aquello que el propio Caselli define como el período más hermoso de sus vida. Desprendimiento de Florencia y mudanza a Milán.
Siguen años de difícil relación con su padre entrelazados con las primeras experiencias escolásticas. En la escuela, de hecho, el futuro pintor revela una clara inclinación por el dibujo, pero el padre, ignorando los consejos de los docentes que indican en el niño una evidente predisposición hacia los estudios artísticos, lo conduce en una dirección completamente opuesta.
Después de realizar estudios técnicos, contando apenas con 17 años, trabaja en Egipto participando en una expedición arqueológica como dibujante de los restos encontrados. Impresionado por la fascinación de aquella antigua civilización, quedarán en su memoria imágenes que en sus obras futuras reaparecerán en las figuras esfumadas e hieráticas que el artista definirá como "clones". A su regreso a Italia se casará con Regina Baratelli.
Con el paso del tiempo sobrevendrán dificultades y problemas familiares que se agravarán con la enfermedad de su esposa.
Caselli entra en contacto con el ambiente artístico milanés : Muy importantes resultan sus lazos de amistad, que aparecían ya desde los años '50 , con Lucio Fontana que había sido y será el punto de referencia de varios movimientos artísticos de Italia. La gran inventiva y audacia innovadora, conjugada con una incansable búsqueda formal no figurativa, influenció más a Caselli en su formación artística general que desde el punto de vista formal, en cuanto el pintor florentino se coloca en el límite entre lo figurativo y lo abstracto. Dicho de otro modo : Si Caselli, por un lado, adopta la tesis fontaniana de la autonomía absoluta e insustituible del lenguaje pictórico, por el otro persigue una búsqueda original de temas y formas expresivas personales. De este período conserva religiosamente algunos dibujos y una tela pintada y "tajeada" de Lucio Fontana que ha superpuesto a una tela suya al óleo, en signo de simbólica fusión artística.
Con una cierta precocidad la obra de Caselli expresa una intuición que resultará profética : Un mundo poblado de microprocesadores que controlan cada aspecto de la vida humana, sustituyendo a la vida real la visión de una humanidad mutante insertada en una creciente apariencia de eterno presente y mostrando una libertad de expresión alimentada por una aguda percepción de la vida contemporánea.
Los microprocesadores se convierten en los héroes de sus telas, héroes que podrían incluso pertenecer a una futura civilización superior. No por nada, hace más de 50 años atrás, en la inauguración de una muestra de las obras de Caselli, en Milán, el estudioso y crítico de arte G.C. Argan llegó a escribir : "Ruffo es el primero de una nueva civilización". Desde entonces, en el transcurso de una vida completamente dedicada a la pintura, Caselli se puede ufanar de cien exposiciones, entre colectivas y personales, virtuales y retrospectivas, en Italia y en el exterior, tanto en los Estados Unidos como en Corea, Dubai y la Argentina.
Durante el curso de una entrevista en el Huffington Post, el pintor contó cómo nació el término Existencialismo Cibernético. Durante una muestra de obras titulada "Los chips somos nosotros" en la galería Spazio Italia en el Soho, en Nueva York, la curadora Carmen Gallo, conversando con el famoso galerista Leo Castelli le dijo :-"Ruffo es un existencialista y un cibernético." A lo que Leo Castelli sugirió :-"Entonces, Existencialismo Cibernético". Y agregó que el centro del arte de Caselli consiste en una observación existencial de la naturaleza humana en relación al desarrollo tecnológico actual y a las cuestiones éticas que tenemos enfrente. -"Hace decenas de años - afirma el pintor florentino - en los años 70 y 80, pintaba a los hombres como robots. Ahora mis robots son exactamente como los hombres".
Desde hace tiempo, el salón literario "Centro para el Estudio Multidisciplinario del Existencialismo Cibernético", fundado por Carmen Gallo en Manhattan, organiza encuentros y conferencias cuyo hilo conductor nace a menudo de la observación de las obras de Caselli.
Desde hace algunos años Ruffo vive en Ovada, pequeña ciudad en la provincia de Alessandria, llevando una vida dedicada a la pintura, en la más absoluta sencillez y sobriedad, dejando de lado los más elementales artefactos de uso cotidiano : electrodomésticos, auto, computadora, celular. Observando las numerosas telas creadas por él, es posible observar las constantes de su búsqueda y además algunos aspectos evolutivos. Generalmente en sus telas a dado vida a esbeltas figuras elegantes que, como sombras lunares, van y vienen y luego reaparecen con colores diferentes.
Personajes misteriosos y poéticos, a veces irónicos. Emergen aquí y allá fragmentos de vida cotidiana, formas que parece observar y evaluar aquello que los circunda burlándose de las convenciones y tratando de rastrear el aspecto divertido dentro de las cosas más serias de la realidad.
A veces se ven figuras femeninas que recuerdan los coros de las tragedias griegas que anuncian eventos decisivos.
Observándolos, uno termina por verse a sí mismo y los recuerdos del pasado, los dolores de una vida dura y complicada con su cuota de dramas familiares. El arte de Ruffo intenta transmitir su rebeldía interior, transfigurando la amargura y la soledad, donde lo antiguo y lo nuevo van de la mano. Es la búsqueda de un sueño imposible, la posesión por parte del hombre de una red de comunicación más abierta, que explota el inmenso potencial liberador de la tecnología.
En su vida apartada, como exiliado en la vida somnolienta de provincia, el pintor no se aísla de los acontecimientos y, sobre todo, de los acontecimientos de resonancia mundial. En 2006, el artista donó tres grandes lienzos al Museo de la Policía de Nueva York y luego los adquirió el prestigioso National Arts Club de Manhattan. Las obras retratan el derrumbe de las torres gemelas en medio del humo y el fuego, entre las miradas aterrorizadas y asombradas de los ciudadanos: en primera línea los policías asisten a los heridos bajo una explosión de microchips que se derrama sobre toda la ciudad. “Desde Petrosino en adelante, la policía de Nueva York ha escrito capítulos gloriosos en la historia de la emigración italiana: y el último es el del 11 de septiembre”, declara Ruffo.
Durante cincuenta años, Caselli, el hombre de los microprocesadores, perseveró con celo para señalarnos, con trágica efectividad expresiva, el malestar de la civilización tecnológica, sin abandonar jamás un humor sutil, que hace muy placenteras sus obras. Luego, en los últimos años, los temas, el estilo, la composición pictórica han comenzado a cambiar. Rostros que ya no son anónimos y seriales, cuerpos sexuados, pasiones, emociones, entornos, una vuelta a lo humano tras el largo exilio de la alienación cibernética, parecen emerger en el lienzo, desde un fondo indistinto que se va aclarando paulatinamente, o tal vez como una respuesta a esa alienación. El largo, doloroso, extraordinario viaje pictórico, las resonancias existenciales inherentes a él, inauguran una dialéctica inesperada en una edad avanzada, preñada de mayor potencial estético.
Mutaciones, aperturas que, sin embargo, no modifican sustancialmente la naturaleza profunda de la temática que el pintor ha colocado en el centro de su experiencia artística. Al final, Ruffo Caselli se mantiene fiel, aunque con las inevitables actualizaciones, a una concepción existencialista, que reflexiona sobre la soledad del individuo "arrojado al mundo '', siempre en la frontera entre la realidad alienada y la redención global, entre la incomunicabilidad y la participación humana, entre las miserias del presente y la potencialidad del futuro.